La máquina de sacar puntos

Cuando Fernando volvió, me preguntó cómo iba a “hacer” mi torito. ¡Vaya pregunta! “Yo utilizaría la máquina,” dijo. “Es mucho más rápido.”

¡Una máquina! Yo no quería ninguna máquina. Quería tallar mis estatuas solo con las manos y los ojos. Pero difícilmente podía objetar a las recomendaciones de mi maestro. Y me preparé para ver la llegada del dichoso aparato. Estaba seguro de que los productos de esa máquina, cualquier máquina, serían deficientes. ¿Cómo podía producir el arte una máquina? Esperé a que la trajeran sobre sus ruedas o su plataforma.

maquina_de_sacar_puntos1-medina Máquina de sacar puntos, montada en la “cruz”(photo Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International de MarisaLR)

Pero, ¡sorpresa! La máquina no era tal. No era más que un hierro fino, como el que se usa para medir el aceite del coche. Lo que hizo llamarla “máquina” era solamente la manera modestamente ingeniosa de suspender el palito en el aire y sujetarlo, dejando que al mismo tiempo se giraba para poder sacar las medidas de una figura en 360º.

Pero no me podía quitar mis prejuicios. Sin examinar ninguna de las figuras copiadas por el artilugio habría dado por descontado que tenían que ser vulgares. Veía que los hombres que las producían no solo carecían de un sentido estético sino del mínimo interés en lo que hacían.

De allí mi sorpresa al comprobar su altísima calidad. No pude descubrir la más mínima diferencia con sus modelos de yeso. Cada curva, cada prominencia, habían sido captadas y reproducidas. Esto significaba que lo único que el escultor tenía que hacer era crear su figura en arcilla o yeso y dejar que estos hombres lo copiaran en mármol con sus maquinitas.

copia-de-1024px-punktiergerc3a4t“Punktiergerät” de Reiner Flassig – selbst con licencia CC BY-SA 2.0 deWikimedia Commons- Una copia en mármol con la ayuda de la máquina de sacar puntos

De momento guardé mi decepción, ya que mi meta era aprender a trabajar la piedra. Luego decidiría si usar o no usar máquinas…

Fernando se subió a su bloque para seguir con su trabajo y fue Luis el que me enseñó a usar el dispositivo, tomando medidas de mi torito de yeso para luego llevarlas al bloque de mármol.

Cogí la maceta y un cincel con punta y me puse a trabajar el mármol. Pero no fui capaz de golpearlo con toda mi fuerza y, por así decirlo, desfigurar el noble bloque. Daba solo golpes simbólicos con la maceta y sentía alivio cuando el cincel resbalaba y solo arañaba la superficie. Al verme, Luis cogió las herramientas de mi manos y me demostró el golpe fuerte y certero del escultor. Una esquirla como una gran polilla salió al aire.

Respeto por el bloque

¿El mármol no es solo un material más? En el pasado desde luego no infundía ningún temor reverencial. Aquellos artesanos no dudaban en cortarlo en trozos, en agujerearlo, en pulirlo para imitar formas y superficies que no tenían nada que ver con su esencia pétrea. Lo único que buscaban era su dureza y, a veces, solo su baratura, en tiempos clásicos, por ejemplo, cuando cualquiera hubiera preferido el bronce. Pintaban sus figuras para alegrarlas, tratando el mármol igual que el yeso.

800px-canterascampaspero6Canteras de Campaspero (foto GNU Free Documentation License, Version 1. de Rastrojo (D•ES)

Este respeto es parecido al que siente el escritor que tiene delante la hoja blanca, aunque la piedra merece una deferencia mucho mayor, no solo por ser más cara. Impone por su masa, su peso, su origen. Es una escultura de la misma naturaleza, una extraña creación de millones de años y de fuerzas invisibles e inimaginables. Es como una montaña en miniatura, con todas sus prominencias y depresiones; y, como aquélla, tiene un carácter. Los bloques forman parte del taller. En la cantería de Fernando tenían el mismo derecho de estar donde estaban como las acabadas figuras de mármol, y casi la misma llamada a los ojos e imaginación. Cuando a Fernando le enseñaba un modelo mío o le explicaba los planes que tenía para una obra, me decía: “Tengo justo el bloque para eso.”; o “si alguna vez haces ese Miura tuyo, quisiera que lo hicieras en el Marquina [mármol negro] que está detrás de la piedra de esmeril. Llevo tiempo imaginando un toro para ella.”

stone-block

Una vez que los has conocido durante meses o años, has saltado por encima inumerables veces y soñado con los ojos fijos en ellos, es doblemente difícil empezar a trabajarlos y con un golpe del martillo cambiar por completo y para siempre lo que ha estado confortablemente fijo en tu vida diaria.

La mejor manera de perder el miedo del bloque de piedra es ver trabajar a los canteros. Ellos no sienten reverencia o temor.

800px-une_chasse Herramiento para deslajar o exfoliar el bloque (Wikipedia  free-domain foto)

Hay una herramienta que no incluí en mi lista. Se utiliza para partir los grandes bloques de piedra y es tan antigua como la talla de piedra.  Es un cincel grande y pesado, con el filo ancho y plano.  Actua cruelmente sobre el bloque. En manos de un cantero experto sus efectos son devastadores. Sacude al bloque igual que un terremoto sacude a la montaña. De hecho, causa un terremoto, enviando arriba y abajo violentas vibraciones. De un solo martillazo, siguiendo la veta o en contra, grandes secciones del bloque se partirán y caerán al suelo (aplastando el pie inadvertido).

Se acabó la mañana

Cuando quise darme cuenta, era ya la hora de marcharme y no había hecho casi nada. Me vestí y volví por el largo camino al metro, preguntándome si algún día llegaría a aprender a manejar esas herramientas tan crudas, y si tal vez me había dirigido al lugar equivocado. Fernando no era un escultor-artista y sus empleados eran todo menos alumnos del arte. Aun así, aprender la escultura de piedra era lo que me había propuesto y hoy había recibido la primera gran lección. Intenté contárselo a Pilar, la criada encargada del piso en que vivía, pero ella solo gruñía y me llamó tonto. ¿Qué bobadas hacía yo? Ella quería quefuera alguien, no esperaba menos. Por la tarde fui al trabajo a dar cuatro clases de inglés; y Pilar tenía preparada la cena cuando llegué a casa por la noche. La engullí y me acosté directamente, exhausto.

A continuación: los canteros

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